Ya son cuatro años de la ausencia física de Fidel. En su aniversario se hace más presente que nunca su pensamiento. Sus ideas son la razón que subyace en cada artista e intelectual cubano y son ellas la luz del camino de la cultura y el arte en Cuba.
Ideas que, hace 60 años de aquel encuentro inolvidable con los artistas e intelectuales, que no fue el único; pues tenía una perfecta sintonía con los aristas y una especialísima sensibilidad en cuanto a todo lo que a creación se refería, quedaron como tinta indeleble en el quehacer de los mejores exponentes del arte y la cultura de esta isla para todos los tiempos.

Fidel es el concepto de la cultura en su más amplia acepción. Su mejor creación, su obra de arte sigue ahí. Es un hombre, porque no se puede hablar de Fidel en pasado, que llegó para quedarse. Para que su huella esté ahí, en cada lugar al que uno mire. Su obra está ligada al desarrollo científico de esta isla, que llena de música, poesía y artes todas resurge, después de meses de terrible aislamiento físico; con mayor responsabilidad de su pueblo pero, también, con el deseo infinito de regresar al encuentro entre los públicos y sus artistas que, en teatros, galerías y salas de concierto los esperan para regalar su mejor creación.

Hoy, cuando el mundo se debate entre virus y muerte, como si la vida estuviera signada por fechas y días, la omnitemporalidad de Fidel es un hecho. Se respira en una isla donde existe mucho talento, ese que cada día se perfecciona en escuelas de enseñanza artística a lo largo y ancho del verde caimán.

Y es que, donde se diga cultura ahí estuvo la sabia y certera guía del gigante de las siete leguas. Como el mejor poeta o escultor supo hacer de esta su mejor obra. Esta que trasciende y que cumplirá siempre con el apotegma martiano que apunta la necesidad de “ser cultos para ser libres”.