Como un palacio de sueños, lleno de fantasía, se erige la Casa de Cultura, entre tejados y nubes, para recibir a príncipes y princesas que ven, aquí, hecho realidad sus sueños; junto a instructores de arte para cultivar la creatividad y hacer, de cada uno de ellos, artistas de todo espectáculo.
Así, entre risas y juegos, suceden largas jornadas en talleres de literatura, pintura, teatro, música, baile, donde único las brujas son buenas, la Cucarachita se empolva, suspira y llora, las flautas son de chocolate, corchea y negrita bailan en un pentagrama. Es donde los colores brillan y pintan de azul a un perro, el toronjil y la hierba buena son hermanos, y se brinda el pan de canela.

De la mano de cómplices, como lo son sus instructores, galopan montañas y llanos, salen a buscar perfumes y visitan mariposas, anuncian el amanecer igual en enero que en mayo.
Duendes de ayer, Chamaquilis de hoy, de estos tiempos, que trastocan lo sucio en oro, nos enseñan cómo luchar y hacer para los sueños alcanzar. Son motivo para defender. Pretextos de la esperanza, caprichos para vivir. Ni el Rey Midas tiene un tesoro, tan preciado como este.

Nunca fueron más felices cuando se convirtió la cultura en lo indispensable para que fuera el culto a la dignidad plena. Hacen que la virtud sea utilidad, logrando ser, cada vez, mejores seres humanos. A nuestro tesoro más preciado; a esos que sí saben querer, esperanza del mundo: FELICIDADES.
